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Por: Eneyda Carolina Arteaga
Publicado: 2014-10-24
Etimológicamente, la palabra patriarca proviene del latín, y ésta a su vez del griego patriarches, de patria (descendencia, familia) y archo (mandar)1. El patriarcado, a nivel general, se define como una “forma de organización social en la que el varón ejerce la autoridad en todos los ámbitos, asegurándose la transmisión del poder y la herencia por línea masculina”2. En una sociedad patriarcal típica de la antigüedad, el hombre -patriarca- era la autoridad y el resto de la familia le debía obediencia, era prácticamente el dueño, no solamente de los bienes materiales, sino también de las personas –mujeres, niños y niñas, entre otras–. El hombre transmitía ese poder y riqueza a sus hijos, cuya paternidad debía ser indiscutida (asegurada a través de la monogamia). El término patriarcado es utilizado en las Ciencias Sociales y especialmente en los estudios feministas. En este caso, vamos a considerar la definición elaborada en 1969 por Kate Millett en el libro “Política Sexual”, que incluye dos componentes:
El patriarcado es una estructura social jerárquica, que relega a la mujer a un segundo plano. Esta estructura se fundamenta en un conjunto de ideas, prejuicios, símbolos, costumbres y leyes que naturalizan y reproducen la desigualdad entre hombres y mujeres.
“El patriarcado es un orden social genérico de poder, basado en un modo de dominación cuyo paradigma es el hombre. Este orden asegura la supremacía de los hombres y de lo masculino sobre la inferiorización previa de las mujeres y de lo femenino. Es así mismo un orden de dominio de unos hombres sobre otros y de enajenación de las mujeres”4. En dicha estructura se valoriza, se empodera y se privilegia a los hombres y lo tipificado como masculino; y al mismo tiempo se desvaloriza, se desempodera y se subordina a las mujeres y lo tipificado como femenino.
En el marco de la estructura patriarcal se produce la construcción social de los géneros, que prescribe determinados roles y mandatos asignados diferencialmente a hombres y mujeres; así como estereotipos de género que son “creencias culturalmente compartidas sobre las características psicosociales consideradas prototípicas de hombres y mujeres”5; es decir, cómo son y cómo deben ser los hombres y las mujeres en determinada sociedad –no se refiere a las diferencia biológicas existentes entre ambos sexos–; y justifican, entre otros aspectos, la elección vocacional. A las mujeres se les restringe al mundo privado, mientras que los hombres se desenvuelven en el mundo público; y entre las características que se les asignan se pueden resaltar:
La división sexual del trabajo es clara, a los hombres se les asigna el trabajo productivo y a las mujeres el trabajo reproductivo; y está división trasciende, ya que al acceder las mujeres a un trabajo remunerado, también encuentran que en este ámbito se produce una división del trabajo según el género de las personas, ya que existen “profesiones de hombres” y “profesiones de mujeres”. “Las ocupaciones 'femeninas' están relacionadas directamente con el servicio. Es sobradamente conocido el hecho de que la mecanografía y secretaría –así se llame 'ejecutiva'– son ocupaciones femeninas por excelencia. Como no exigen mayor preparación para ejercerse puede haber en ello una explicación económica, pero las profesiones a otro nivel escolar son igualmente discriminatorias”6.
Las “profesiones de mujeres” se relacionan con un perfil asistencial –ejemplo: las enfermeras, como asistentes de los médicos–, vinculadas a un trabajo de cuido que es remunerado, y se considera que para ejercer dichas profesiones se deben poseer algunas características tipificadas como femeninas, tales como: ser abnegada, amable y sensible.
De forma equivalente, para ejercer las “profesiones de hombres” se considera que se deben poseer características tipificadas como masculinas: ser racional e inteligente. Esto nos lleva a identificar que en una sociedad patriarcal, las profesiones se devalúan en consideración social cuando son desempeñadas mayoritariamente por mujeres; considerando que se necesita sensibilidad y no inteligencia para el ejercicio de dichas profesiones.
A continuación se analiza el caso de la carrera Licenciatura en Trabajo Social...
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Referencias.
1 Morales E.: “Etimología de Patriarca”, tomado el 06.02.2013 de: http://etimologias.dechile.net/?patriarca
2 Microsoft ® Encarta ® 2009. © 1993-2008 Microsoft Corporation.
3 BOSCH, E.y Otras: “El laberinto patriarcal. Reflexiones teórico prácticas sobre la violencia contra las mujeres”, Ed. Anthropos, Barcelona, 2006, pág. 27.
4 LAGARDE, M.: “Género y Feminismo. Desarrollo Humano y Democracia”, Ed. Horas y Horas, Madrid, 1996, pág. 92.
5 MONREAL GUIMENO, M. y Otro: “Intervención social y género”. Ed. Narcea, Madrid, 2010, pp. 44-45.
6 VELÁSQUEZ, H.: “La cultura del diablo. Atenimiento y machismo”. Ed. Universitaria, Universidad de El Salvador, San Salvador, 1986, pág. 59-60.