La Universidad Luterana Salvadoreña, es una institución que ofrece educación superior de calidad a todos los sectores de la sociedad, poniendo especial énfasis en los más vulnerables. Basándose en un modelo participativo y cumpliendo con sus funciones básicas: docencia, investigación, proyección social e internacionalización, contribuye al desarrollo social, político y económico sustentable del país.
Ser una institución con altos estándares de calidad, capaz de responder a través de sus funciones básicas a los retos emergentes de la sociedad, formando profesionales con capacidad técnica-científica, con vocación de servicio, principios morales sólidos, proactivos, dinámicos, que se interesen por aportar en la construcción de una sociedad más justa.
Por: Dagoberto Gutierrez
Publicado: 2014-10-21
Un amigo que cumplía años visitó a Ana Escobar y ésta no tenía un regalo de cumpleaños para el visitante, con unas tijeras corto una orquídea y se la obsequio aun cuando estas son flores que florecen escasamente y con dificultades.
Siempre fue una mujer con una importante capacidad intelectual, con capacidad de estudio y reflexiones, dueña de una posición muy clara ante el poder y los poderosos y sabiendo ella que tenía poder y usualmente lo ejercía. Este es el caso normal de personas normales que entienden que el poder es una relación social, que opera entre los seres humanos y se necesita para transformar la vida o para impedir que esta se transforme.
Sus tres hijas: Bony, Angie y Sandy construyeron con ella una relación especial basada en un tejido humano espeso y sensible, en esta red Doña Ana siempre tomaba decisiones, siempre resolvía, de primera intención, los problemas que asomaban en el mundo de sus hijas porque ella siempre fue una persona sensiblemente fuerte y fuertemente sensible.
Ana Escobar de Salomone, murió el martes 16 de septiembre a las tres y media de la tarde en su casa de habitación y en medio de una enfermedad fulminante, complicada y sin medias tintas. En realidad Doña Ana había construido una filosofía determinada en medio del amorío de la vida y de la muerte y siempre supo que la muerte es un camino directo que arranca de la vida y que a su vez la vida arranca de la muerte, por eso sus enfermedades supervivientes no la amilanaron en ningún momento.
La Universidad Luterana la conoció a ella como su Secretaria General pero ella conoció más a la Universidad. Su atención abarcaba todo y no había un espacio, o un rincón del tejido académico que Doña Ana no abarcará, es cierto que parecía físicamente vulnerable; pero no aparecía como tal, porque su delgadez, su pequeñez y su edad podían indicar equivocadamente que se trataba de alguien con tantos años de vida que esta la había inundado y la asfixiaba, aunque esta era una visión equivocada.
La lucidez, esa capacidad y posibilidad de entender las partes menos iluminadas de la realidad o esa capacidad de jugar con las palabras como los vientos juegan en los cañales, o la observación detenida de las conductas de las personas, o la búsqueda de las causas y los orígenes de los fenómenos que se miran. En fin todo eso que se llama lucidez era y fue siempre el toque mágico de su personalidad, aunque su persona no siempre mostrará, en los primeros momentos sus posibilidades.
Desde siempre fue así y hasta sus últimos días siguió siempre así, su enfermedad culminante, esa que le impidió levantarse de su cama, mostró los avatares y las limitaciones que su ausencia significaban. Ocurre que de una manera misteriosa la presencia suele ocultar, en sus esquinas, a la ausencia, pero cuando la ausencia se hace presente, en ciertos casos, como en este, la presencia se hace urgente y es que la vida de las personas es una especie de juego donde los jugadores aprendemos a jugar el juego de todos y este fue, precisamente, el juego de Doña Ana.
Su risa era juvenil, con una picardía danzante en las orillas, manejaba una cierta ironía sobre la vida de las personas y, abundantemente sobre los llamados políticos porque nunca, pero nunca de los nunca, permitió confusión en el campo de la lucha social, siempre supo a donde estaba su lugar y su compromiso y, como toda intelectual formada, siempre logró fundamentar su criterio y sus puntos de vista.
Buscaba el momento para el comentario y la discusión política y aunque su cabeza tenía una académica formación rigurosa, esta se sostenía en pilares políticos rotundos. Ella buscaba siempre la manera, el momento y la oportunidad de la discusión política porque, siendo como era, una lectora inagotable, tuvo abundante información sobre los acontecimientos palpitantes y sobre los hechos menos relevantes.
Doña Ana aprendió que la clave no era exactamente el conocimiento sino la comprensión y esto supone o más bien exige descubrir las relaciones funcionantes entre los hechos, porque los hechos mismos no suelen decir mucho y solo descubren sus cofres cuando se muestran esa relaciones entre unos y otros, Doña Ana se reía, como una muchacha de quince años, cuando encontraba esa relación y cuando la ponía en la mesa con soltura y libertad.
Era una intelectual rigurosa y exigente, no descuidaba ningún detalle en sus relaciones académicas son sus estudiantes y sin embargo, no dejo de ser una persona vinculada, amorosamente, a la vida cotidiana y así, todas las mañanas preparaba la comida de su lora. La Luisita nació en las montañas de Nicaragua y Doña Ana la cuido desde siempre hasta transformarla en un verde verde que la saludaba en la mañana, y la recibía en las tardes. La comida de la lora era un menú variado con frutas, semillas y líquidos que Doña Ana conocía. La Luisita dejó de comer desde que Doña Ana enfermo gravemente y aún no sabe que ha muerto su dueña y que se ha paralizado la mano que la cuidaba.
En su lecho de enferma Doña Ana siguió dirigiendo su vida y su muerte y los acontecimientos nunca escaparon de su control, cuando el médico le informó de su dolencias terminal ella rechazo todo tratamiento químico y radiológico afirmando que prefería que la naturaleza hiciera su trabajo, esto es lo que ella había pensado siempre y era lo que seguía pensando en ese momento extremo.
El próximo viernes 19 de septiembre será enterrada en Armenia que es el pueblo donde nació y al que siempre estuvo vinculada, afectiva y espiritualmente, ella supo siempre que regresaría de manera definitiva al lugar donde había nacido, Armenia tiene en Doña Ana una de sus mejores hijas.
La Universidad Luterana pierde un costado pero nos queda una lanza, la lanza de su inspiración, de su ejemplo y de su actitud firme y leal, cuando en este mundo y en este momento hacen mucha falta la entereza y el compromiso que moraba en la voluntad de Doña Aña.
Nuestras banderas están inclinadas y su ausencia será siempre presencia por el rescate de su luz que no cesa.